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El Plan de Estabilización de 1959 abrió las puertas de la economía española a los flujos internacionales, en un contexto mundial expansivo. La liberalización, unida a la continuidad de salarios bajos, favoreció la apertura al exterior y el desarrollo turístico, con su repercusión constructiva; la implantación de multinacionales y la entrada de divisas por la emigración a Europa. Fue una transformación desigual desde el punto de vista social y territorial, pero aceleró el cambio sociológico de la sociedad. El Estado se apoyaba en técnicos universitarios del Opus Dei, desprovistos de las ideologías de 1936, aunque fielmente franquistas. El apoyo social al régimen creció, por el ensanchamiento de la clase media, y por transmitir una imagen de modernor y transformación.
Dirigió el municipio de Benigànim Miguel Martí Mateu, siguiendo la tónica de un predomino empresarial. En 1974 sería nombrado alcalde Paco Salvador Oliver. A principios de la década de los 60, unas 150 empresas y talleres hacían de Benigànim una localidad industrial, con 700 trabajadores, el 48% de la población activa, en el sector secundario. El 34% se dedicaban a la agricultura, en la que cooperaban a tiempo parcial trabajadores de fábrica. Viresa proseguía su expansión, mientras la uva de mesa asistía a su esplendor exportador, juntamente con la cebolla. Este vigor se refleja en el censo de 40 camiones. El crecimiento demográfico se aceleró, pasando de 3.994 habitantes en 1960 a 4.476 en 1970, con un 5% de la población formada por inmigrantes: 210, a inicios de la década. Aun así, se continuaba emigrando a Francia (17 personas).
Sin libertades ni derechos laborales, llegaban aires nuevos de Europa, como el pop o la minifalda para una juventud emergente. Se abría la luz en el blanco y negro de la dictadura gracias al espacio cultural del Club (antiguo Asilo) y del Patronato patrocinado por los padres agustinos. Inmersos en la renovación que supuso el Concilio Vaticano II, hicieron posible el acceso a estudios superiores de muchos jóvenes. También influyó la labor modernizadora de jóvenes maestros y maestras.
El consumo siempre fue irregular y alejado de la media comarcal: 37 vehículos, 200 motos, 35 televisores y 122 teléfonos a comienzos de la década. El antifranquismo, aunque auto-silenciado, perduró soto voce. En 1964, una mujer declaraba en juicio de faltas que “los jueces y las actuales autoridades son todos unos ladrones, pero el día que vengan los míos, de Rusia, ¡ya les arreglarán las cuentas!”