08

Benigànim
El estraperlo. El imperio de la miseria

DICTADURAFRANQUISTA

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Benigànim
El estraperlo. El imperio de la miseria

DICTADURAFRANQUISTA

En 1939 se adoptó una política autárquica similar a la desarrollada por Europa recién terminada la II Guerra Mundial, aunque en España se alargó hasta 1952. El Estado intervenía las principales cosechas y las materias primas para distribuirlas a la población. Restringidas las importaciones, urgía impulsar una industria nacional. La colaboración con el fascismo en la II Guerra Mundial perjudicó al régimen de Franco ante las potencias democráticas vencedoras, que lo aislaron. Se formó un mercado negro, el estraperlo, del que se aprovechó la empoderada minoría franquista, enriquecida con prácticas corruptas. Mientras tanto, el desabastecimiento y la reducción salarial convirtieron la inacabable autarquía en un desastre económico, de miseria, de hambre y de muerte.

Los cultivos comerciales fueron substituidos por productos de subsistencia o por los más rentables para el estraperlo: patatas, maíz, trigo y arroz cultivado en el río. Las autoridades locales estimaban en 1940 que había 4.000 hanegadas de trigal, 800 más que en la preguerra. Como comentaba un contemporáneo, “el raïm no ompli l’estómac”. La productividad descendió notablemente, por la escasez de fertilizantes. La falta de materias primas también perjudicó la alpargatería, provocando un proceso de concentración de los talleres (29 en 1936; 23 en 1945 y 15 en 1950). La falta de trabajo estable conducía a la emigración temporera a las zonas arroceras, con brotes de leptospirosis.

La vida, entre 1939 y 1951, era mera supervivencia. Un testigo definió esta etapa como “sencillamente miserable, muy pobre. Comíamos pan. Bueno: ¡pan…! Eran tortas de maíz y pan de maíz.” En 1948 se comía, cuando se podía, arroz, legumbres y pan de maíz o mezclado con trigo. Los boniatos o saorets salvaron vidas: “gracias a ellos los cementerios no se desbordaron.” Ante la ausencia de abastecimiento de agua se llegó a vender la particular, de pozos caseros, para sobrevivir. La escasa inversión pública agravó las deficiencias sanitarias (alcantarillado, agua potable, matadero…) y de vivienda, por lo que se estancó la población: de 3.662 habitantes en 1940 a 3.560 en 1950. La inversión local y foránea en la fábrica de garrafas de vidrio Viresa, propiciada por la cercanía a L’Olleria y por factores geológicos, dio un respiro a pequeños propietarios y jornaleros.