04

La Vall
d’Albaida

DICTADURAFRANQUISTA

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La Vall
d’Albaida

DICTADURAFRANQUISTA

En los primeros días de la posguerra se instalaron sendas comandancias militares en Albaida y Ontinyent, con las respectivas prisiones y juzgados. Además, se habilitaron calabozos irregulares por parte de Falange. A pesar de su pasado conservador, la comarca padeció el encarnizamiento represor del franquismo en todas sus facetas (muerte, prisión, batallones de trabajadores, rapado de mujeres, etc.), especialmente en Ontinyent.

El estraperlo floreció en la comarca, por su producción de jabón y de aceite. Al contrario que en otras zonas, la autarquía favoreció pronto el despegue industrial. El textil aprovechó materiales regenerados para elaborar un producto barato, destinado al mercado interior. La apertura relativa desde 1952 hizo perder población a muchos pueblos agrícolas. Sin embargo, los municipios con industria textil (Bocairent, Ontinyent, Montaverner) y vidriera (L’Olleria), y los que renovaron viejas cererías (Albaida, Agullent) acogieron flujos inmigratorios del interior español. El crecimiento se sustentó en duras condiciones de trabajo y de vida, carencias sociales y emigración temporera a Francia. Las fiestas populares, la radio, el fútbol y el cine servían de consuelo fugaz.

En la década de los 60 la Vall presentaba un panorama dual, aunque interconectado, por su densidad poblacional: por una parte, fábricas y agricultura más o menos a tiempo parcial; por otra, agricultura de exportación, en el oriente vitícola del valle. La sociedad se renovó con el flujo de emigrantes: Ontinyent pasó de 18.787 habitantes en 1960 a 23.685 en 1970. La explotación de la mano de obra y la ausencia de libertades generaron núcleos de oposición, en algunas fábricas, con predominio del sindicato USO y con la aparición de Comisiones Obreras, la reconstrucción del PCE y la cultura alternativa, gracias a sacerdotes como Luis Espí. Se entienden así las huelgas de la década de los setenta en el textil y en el vidrio. La dictadura se maquilló, pero sin abandonar su perfil violento: detenía, torturaba y ejecutaba a sindicalistas y a militantes comunistas.