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El modelo educativo franquista anuló la renovación pedagógica y el proyecto escolar de la República. La escuela franquista retomaba el modelo tradicional, católico, pero con adoctrinamiento falangista: religión, exaltación españolista, legitimación de la guerra y del régimen, y culto a la personalidad de Franco. Junto con ello, la postergación del valenciano, que había iniciado su implantación escolar en la República.
Se pretendía socializar al alumnado en el “espíritu nacional” y en las “virtudes nacionales” viriles: disciplina, jerarquía, obediencia. Era un colegio muy patriarcal, con fuertes diferencias de género en el aula y en las materias impartidas. Mientras que los chicos estudiaban Formación del espíritu nacional, las chicas hacían labor… Se inculcaba a la mujer la obligación de someterse al varón y dedicarse a “las labores propias de su sexo”. El desmantelamiento de la escuela republicana comenzó con la depuración del magisterio, como del resto de la administración pública, bajo la premisa de que todos era culpables y debían demostrar su inocencia. Se aplicaron diferentes sanciones (expulsión, destierro…) y se consiguió destruir el empuje modernizador de la escuela republicana.
Sin inversión pública en educación y con una grave crisis económica, favorecedora del trabajo infantil, el estado escolar de Benigànim fue penoso. No se construían aulas. En 1946 faltaban 95, solo en el partido judicial de Albaida. Mientras tanto, los centros religiosos suplían la desidia gubernamental, en parte diseñada para promocionar a estos centros. Fue el caso de las Hermanas de la Caridad de Benigànim. Una vez, en 1951, que el Gobernador Civil visitó Benigànim, se ofreció a reconstruir las escuelas del centro de las Hermanas y a suministrarles el material escolar. Ya en ámbito particular, funcionaban academias privadas, como la abierta por el maestro José Moscardó.
A los déficits educativos se unía un elevado absentismo escolar (un 58%) por trabajo infantil. En 1952, los niños se incorporaban al mercado laboral con una media de edad de 12 o 13 años. El analfabetismo preocupaba: en 1951 el ayuntamiento amenazó con aplicar “severas penas” por abandono escolar, casi siempre obligado por la penuria. Hasta finales de los años sesenta la escuela apenas cambió. Todavía era normal ir a cantar el Cara al sol frente a las Cruz de los Caídos y que el maestro pegará un calbissot al alumno que no cantara.